18 março, 2010

Buena compañía.

Nunca la había conocido así. Es tan seria, tan seca. No se parece nada a mí. Es callada, no reacciona mucho. Procura mantenerse tranquila. No me grita, escucha mucho, piensa, analiza. Siente pero no se apasiona. Sus tragedias no la lastiman.

Ha construido muros entre ella y el mundo. Hasta parece que fuéramos una sola. Irónico, ¿no?

No estoy acostumbrada a lo que ella me da. Una vida así nunca ha sido fácil, pero ella se ha mantenido constante.

De lejos parece tan bonita, hasta puede cegar momentáneamente. De cerca ya no se ve tan bien, se le notan los defectos. No, no digo que sea fea, sólo es posible notar esas imperfecciones, detallitos que incomodan pero con los que es posible vivir.

Tuve mucho miedo. Al principio no supe cómo tratarla, qué decirle; pero me fui acostumbrando a su presencia. La tomé de la mano y la dejé que me llenara hasta el cuerpo y los recuerdos.

Comía conmigo. En algunas ocasiones hasta me pedía un cigarro; yo, yo sólo nos daba el gusto de fumarlo. Ya no éramos ella y yo. Ahora nos reconocíamos como una unidad completa.

No sé cómo esté mejor: si antes o ahora con ella. Supongo que algún día tendré que dejarla ir.

Pero hoy, hoy creo que le agradezco. Solía llamarla por muchos nombres, bajo muchos y variados seudónimos. Ahora es tiempo de regresarte el nombre. Te me llamas SOLEDAD.

These words I write keep me from total madness