Sin título.

Porque aunque yo no sepa cómo se sienta uno a correrse los poemas, a cantarse las estrategias y a danzar en las pinturas ya viejas, aún así intento hallar entre lo oscuro de mis silencios, las palabras exactas que sean adyacentes a mis parlamentos.

No sé si sea capaz de comprender cómo fue que empecé a extrañarme sin siquiera conocerme, desde antes, desde ayer, desde mis sueños impalpables, desde siempre. Me extraño tal cual me imagino, diferente a mí. Manteniendo una cordura tan real como insensata. Pero no me encuentro. Porque me desconozco, día a día, palmo a palmo me recorro con la mirada, para ver si algún lunar nuevo aparece en mi piel, y ahí no están, no están ni mis esperanzas, ni mis nubes deformadas. Y sigo acatando las leyes y mandatos de mis ya casi nulos impulsos, un suspiro que no debió haber salido, una lágrima incorrectamente derramada. Una cicatriz sin historia. Un lunar descolorido.

Pero, ¿qué importa? si al final seguimos siendo marginados, aquellos que siempre amamos, todo el día, todos los días, a todas horas, a todo aquel que quiera ser amado. A nadie en particular. Nos encontramos en las calles, nos saludamos, no nos reconocemos pero nos intentamos.

Así, sigo tratando de besar cada palabra, de cada verso, en cada poema que me despierte lo interno, en cada canción que no me parezca decadente de mí, de él, al que no conozco pero que me visita en las afrentas de mis sueños. Ése que me toma sin permiso y me abraza a sus misterios. Al final, no es una vaca, ni tampoco un cordero. Somos nosotros. Tratándonos como ajenos.

Y miro al pasado con saudade, llámenme si quieren pesimista, sólo intento reacomodar mis sueños.

Me parece que mi texto está a medios, como inconcluso, pero no quise ponerle más cosas.

(:

Yo sé que soy rara, a veces, no siempre.